Candorosas y sugerentes, muy especial como su particular personalidad, son las obras de Valérie Mandine, - nacida en Africa pero que actualmente vive en Marsella-, donde se percibe un dejo étnico que es su sello de origen.
Las deliciosas superficies que consigue Nicolás Martínez, como si fueran paisajes de cuentos, detenidos en una eternidad calma sin sobresalto alguno. La furiosa impronta de Luciano León Liguori, cargada de datos y señas que remedan a un Basquiat con más texto.
O en las metáforas de bocas sensuales, suntuosas y plenas de voracidad de Luis Acevedo, cercanas a una imagen publicitaria, aunque no dejo de confrontarlas con las bocas del padre de pop en Mar del Plata, Pablo Menicucci. Y finalmente la alegría que trasmite Constanza Poma con sus personajes que respiran una vitalidad y un gesto que parece contar toda una historia detenida en una sola imagen, recortadas en un fondo que explora otra condición, menos gráfica.
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