Premiar la ética del ladrón anacrónico
Una reflexión acerca del premio Faena
2012
Según describe la noticia publicada
en el matutino La Nación en su edición del 16 de noviembre, el jurado premia
por unanimidad al proyecto de Franco Darío Vico, santafecino de 27 años,
denominado Fundación Bairoletto, en
homenaje al ladrón de principios de siglo que robaba “para distribuir entre los
pobres”. El jurado consideró que ese espíritu contestatario y la frescura de su
propuesta le permiten licuar el premio, cuyo monto será destinado a otro premio
que fundará el ganador mediante la FB, designándose como presidente del jurado que
hará una selección de 25 artistas cuyas obras se financiarán con una parte del
premio, permitiendo la visibilidad de nuevos valores artísticos.
Si bien es
cierto que todo parece loable, incluida la donación de una parte del mismo a
instituciones benéficas, hay una serie de reflexiones que me invaden que quiero
compartir. Premiar la ética del ladrón anacrónico en tiempos en que los ladrones
no reparten nada por parte de un jurado de notables, será tomado en cuenta como
la valorización de la “frescura” de un bribón que, tácitamente está diciendo al
propio Alan Faena que es demasiado ostentoso poner un premio de tal magnitud
frente a una Latinoamérica llena de pobres y en el sector de la ciudad cuyo
valor de mercado es el más alto de todo Buenos Aires? Que su “espíritu contestatario”
debe promover la reflexión del Premio Faena, quienes deberán preguntarse si no
es más virtuoso proporcionar seis becas de 12 mil dólares para hacer visibles a
artistas jóvenes? En la felicitación que Alan Faena le ofreció en la entrega de
premios, según consigna Loreley Gafogglio en su nota, el premiado le responda
socarronamente: “Finalmente logré arrebatarte el botín”, institucionalizando la
ética del ladrón como metáfora propia de una nación que los posee por miles? Tal
vez también que, el negocio de los poderosos esquiva de manera sistemática darle
valor de mercado a los que producen en el campo de las artes plásticas?
Todo esto
frente a la nutridísima participación que fue consignada en 837 proyectos
presentados, con unas bases bien tradicionales en cuanto a su descripción pero
que promovían interactuar con el espacio simbólico y gigantesco del viejo
molino de Puerto Madero. Pues si bien estaba contemplado que los proyectos
debían promover todo tipo de hibridación, la perspectiva que el jurado le abre
al premio en sí, es tan incierta como inusitada, legando su representación y mandato
reconocido en las bases, a un joven que hará su propio premio dentro de un
premio al que aspiraron muchos artistas como se ve en la cifra de
participantes.
Esta “fricción
con la institución” que llevó al jurado a premiarlo, rechazando lo que evidenciaban
las bases acerca de la utilización de un espacio que reclama obra potente para
interactuar con el mismo, poniendo el sesgo político de “redistribución de
fondos” y cuestionando la “situación privilegiada de las artes en la sociedad
contemporánea” como sostiene el jurado, enfoca un nudo que creo no sabemos
desatar dentro de las artes visuales en la Argentina. Nuestra historia no está
sólo poblada de jóvenes valores, sino que tiene una historia fecunda, que sólo
comienzan a atender cuando esos mismos artistas son buscados por coleccionistas
extranjeros o proyectos institucionales serios como el Museo de Houston. Acaso no
fueron Víctor Grippo, Alberto Greco y Federico Peralta Ramos, entre algunos
otros, quienes hicieron de lo contestario un gesto político que sólo fue
valorado mucho más tarde? Será que un joven de 27 años puede “enseñarnos” a
valorizar nuevos artistas? No existen acaso muchas vías para los jóvenes y
pocas y muy sinuosas para los que traen su trayectoria loable a cuestas? En
todo caso, y por último, para qué sirve un premio tan suculento?
Pilar Altilio
Lic. en artes y curadora e investigadora independiente