lunes, 28 de noviembre de 2011

textos Pablo Menicucci II


Menicucci 30 años
Una mirada cándida
Si algo resalta en esta retrospectiva es una especie de inocencia, de candor por cosas que emocionan desde su simplicidad. Una mirada de niño que puede percibir todos los detalles de algo que lo conmueve. Sin embargo se trata más bien de un testigo de una inocencia perdida en los años 40 - recuérdese que una de las estrellas arquetípicas del cine de esa época era “la ingenua”, la mujer capaz de mostrar las medias que cubren sus torneadas piernas sin erotismo, con una sensualidad primitiva, gráfica-.
Testigo privilegiado que miró el Mayo Francés sin entender demasiado, ajeno en su idilio por la Europa que conoció en tantos viajes, a la protesta, la rebelión, las ideologías.
Su obra no contiene elementos contestatarios, invita a creer en corazones simples, llenos de amor.
Nadie puede dudar que Menicucci introduce en Mar del Plata los elementos del Pop y que es en los finales de los 60 un personaje clave, capaz de conquistar a los teóricos como Romero Brest por su imagen, capaz de saltar hacia Buenos Aires con la fuerza de su candor con su obra embalada en un tren para ganar el Premio Bracque. Capaz de movilizar con un happening una ciudad provinciana.

El Pop no es un invento norteamericano propiamente dicho. Nace incipiente en Inglaterra en 1954 con una exposición titulada “Esto es Mañana” donde un artista como Richard Hamilton presenta un collage en el cual un hombre musculoso en una típica pose de fisicoculturista, sostiene un chupetín gigante con la palabra POP en grandes letras. El propio Hamilton enuncia en 1957 que las cualidades que estaba buscando en su pintura eran: “popularidad, transitoriedad, desechabilidad, ingenio, sensualidad, artimañas y atractivos”.
Evoluciona en Londres a través de jóvenes estudiantes de las escuelas de arte e introduce el uso del assemblage – al decir de Lucie Smith: yuxtaposiciones de objetos preexistentes, donde la contribución del artista habría de encontrarse más en establecer conexiones entre objetos, que en hacer nuevos objetos-. El assemblage permite también la incorporación al medio ambiente, por medio de formatos diversos de la planimetría de la pintura tradicional; y al happening, categoría del arte que implica la participación en actos del espectador-.
El punto clave para comprenderlo es la cultura urbana de Londres y Norteamérica en los años de posguerra. El comic, los disturbios raciales y la silla eléctrica, las repeticiones de mitos del cine, la cultura publicitaria de los anuncios, las insidiosas repeticiones del horror de la televisión en plena expansión en Nueva York. También la figura del artista, cuya personalidad trasciende incluso a su obra, sino es tal vez “la obra” propiamente dicha.

En la recorrida de las salas de esta muestra, notamos que faltan algunos elementos de su obra que hubieran sido bienvenidos. Algunos de sus paralelepípedos de las primeras épocas, o de sus maniquíes comprados en Los Gallegos y transformados con maquillaje a su estilo, pestañas postizas pintadas incluidas. Obras que según Pablo se han perdido por allí, o están en colecciones particulares.
Se reconocen, sin embargo, tres tendencias básicas. 
Una genuinamente Pop, que implica sus primeras obras, donde construye con volumen, utilizando los mitos del cine. Pinturas que tratan las variaciones de la forma con tintas planas, de contornos nítidos. Tendencia que evoluciona hacia las imágenes casi gráficas, llenas de candor de las revistas de labores francesas o de cantantes populares- maravillosos ejemplos entre los que se cuentan “El cantor desconocido”, “Modes et Travaux” y “Gomina”-. Allí aparecen los elementos lineales que con segmentos en escala con su correspondiente sombra producen un ritmo, descolocan el sentido de planimetría del fondo dándole aire y liviandad a los tonos apagados.
Otra, de una geometría sensible, pulcra, perfeccionista. Sutil en la utilización del color.
Y finalmente, una surrealista, pero con caracterizado sentido metafísico. La inmanencia de los volúmenes geométricos, de las acuarelas como “La luna” que se encuentran en la planta baja.
La serie de los gatos se inscribe en las dos primeras líneas, pues combina un detalle perfeccionista, regodeo de técnica sensualista en la captación de cada uno de los pormenores del brillo de la mirada o las variaciones del pelo. Serie que evoluciona hacia un acompañamiento de los gatos con otros elementos descontextualizados, como cartas, sobres, vistas de ciudades.
La confluencia también se expresa en obras en las que aparecen homenajes a Bracque, aires a Modigliani –ojos sin órbita, cuellos alargados, como en “Melancólico poema provinciano”-. Las formas se encuentran integradas por la simplicidad de estar cerca, por el color, por el sólo interés por el que fueron agrupadas.
Hay una obra que se evade, tendencia sin continuidad que contiene elementos gestuales en aparente desorden que es “Sofia”, donde el color tiene una fuerza expresiva potente, donde hay superposiciones y contrastes como no se ven con frecuencia en su obra.
Merecida retrospectiva, que permite evaluar el contenido de una evolución que esperamos no se detenga.

Pilar Altilio


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