Menicucci 30 años
Una mirada cándida
Si algo resalta en
esta retrospectiva es una especie de inocencia, de candor por cosas que
emocionan desde su simplicidad. Una mirada de niño que puede percibir todos los
detalles de algo que lo conmueve. Sin embargo se trata más bien de un testigo
de una inocencia perdida en los años 40 - recuérdese que una de las estrellas
arquetípicas del cine de esa época era “la ingenua”, la mujer capaz de mostrar
las medias que cubren sus torneadas piernas sin erotismo, con una sensualidad
primitiva, gráfica-.
Testigo privilegiado
que miró el Mayo Francés sin entender demasiado, ajeno en su idilio por la
Europa que conoció en tantos viajes, a la protesta, la rebelión, las
ideologías.
Su obra no contiene
elementos contestatarios, invita a creer en corazones simples, llenos de amor.
Nadie puede dudar que
Menicucci introduce en Mar del Plata los elementos del Pop y que es en los
finales de los 60 un personaje clave, capaz de conquistar a los teóricos como
Romero Brest por su imagen, capaz de saltar hacia Buenos Aires con la fuerza de
su candor con su obra embalada en un tren para ganar el Premio Bracque. Capaz
de movilizar con un happening una ciudad provinciana.
El Pop no es un
invento norteamericano propiamente dicho. Nace incipiente en Inglaterra en 1954
con una exposición titulada “Esto es Mañana” donde un artista como Richard
Hamilton presenta un collage en el cual un hombre musculoso en una típica pose
de fisicoculturista, sostiene un chupetín gigante con la palabra POP en grandes
letras. El propio Hamilton enuncia en 1957 que las cualidades que estaba
buscando en su pintura eran: “popularidad, transitoriedad, desechabilidad,
ingenio, sensualidad, artimañas y atractivos”.
Evoluciona en Londres
a través de jóvenes estudiantes de las escuelas de arte e introduce el uso del
assemblage – al decir de Lucie Smith: yuxtaposiciones de objetos preexistentes,
donde la contribución del artista habría de encontrarse más en establecer
conexiones entre objetos, que en hacer nuevos objetos-. El assemblage permite
también la incorporación al medio ambiente, por medio de formatos diversos de
la planimetría de la pintura tradicional; y al happening, categoría del arte
que implica la participación en actos del espectador-.
El punto clave para
comprenderlo es la cultura urbana de Londres y Norteamérica en los años de
posguerra. El comic, los disturbios raciales y la silla eléctrica, las
repeticiones de mitos del cine, la cultura publicitaria de los anuncios, las
insidiosas repeticiones del horror de la televisión en plena expansión en Nueva
York. También la figura del artista, cuya personalidad trasciende incluso a su
obra, sino es tal vez “la obra” propiamente dicha.
En la recorrida de
las salas de esta muestra, notamos que faltan algunos elementos de su obra que
hubieran sido bienvenidos. Algunos de sus paralelepípedos de las primeras
épocas, o de sus maniquíes comprados en Los Gallegos y transformados con
maquillaje a su estilo, pestañas postizas pintadas incluidas. Obras que según
Pablo se han perdido por allí, o están en colecciones particulares.
Se reconocen, sin
embargo, tres tendencias básicas.
Una genuinamente Pop,
que implica sus primeras obras, donde construye con volumen, utilizando los
mitos del cine. Pinturas que tratan las variaciones de la forma con tintas
planas, de contornos nítidos. Tendencia que evoluciona hacia las imágenes casi
gráficas, llenas de candor de las revistas de labores francesas o de cantantes
populares- maravillosos ejemplos entre los que se cuentan “El cantor desconocido”,
“Modes et Travaux” y “Gomina”-. Allí aparecen los elementos lineales que con
segmentos en escala con su correspondiente sombra producen un ritmo, descolocan
el sentido de planimetría del fondo dándole aire y liviandad a los tonos
apagados.
Otra, de una
geometría sensible, pulcra, perfeccionista. Sutil en la utilización del color.
Y finalmente, una
surrealista, pero con caracterizado sentido metafísico. La inmanencia de los
volúmenes geométricos, de las acuarelas como “La luna” que se encuentran en la planta
baja.
La serie de los gatos
se inscribe en las dos primeras líneas, pues combina un detalle perfeccionista,
regodeo de técnica sensualista en la captación de cada uno de los pormenores
del brillo de la mirada o las variaciones del pelo. Serie que evoluciona hacia
un acompañamiento de los gatos con otros elementos descontextualizados, como
cartas, sobres, vistas de ciudades.
La confluencia
también se expresa en obras en las que aparecen homenajes a Bracque, aires a
Modigliani –ojos sin órbita, cuellos alargados, como en “Melancólico poema
provinciano”-. Las formas se encuentran integradas por la simplicidad de estar
cerca, por el color, por el sólo interés por el que fueron agrupadas.
Hay una obra que se
evade, tendencia sin continuidad que contiene elementos gestuales en aparente
desorden que es “Sofia”, donde el color tiene una fuerza expresiva potente,
donde hay superposiciones y contrastes como no se ven con frecuencia en su
obra.
Merecida
retrospectiva, que permite evaluar el contenido de una evolución que esperamos
no se detenga.
Pilar Altilio
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