Pablo Menicucci
No pasó inadvertida
para las personas circulantes por los espectáculos del Teatro Auditorium –un
promedio de 1000 almas por día-, la muestra de Pablo Menicucci, que se impone
desde una figuración clara, asociada a ídolos del cine, personajes glamorosos y
sus referentes más famosos, los gatos.
Obras de reciente
producción, como las acuarelas de pequeño formato, donde aparecen gatos en el
primer plano, acompañados de figuras humanas, sobre fondos abstractos o
geométricos –“Michifuz”, “Gaucho”,
“Desierto”-; se exponen junto a otras donde una figura o varias, de
perfil o de frente, retratos de mujeres cargadas de una sensualidad distante,
delicada, donde predominan las suaves líneas curvas y el contraste entre color
cálido y frío. Destaca un retrato, “Tita y su perrito” de 1979, donde la
Merello muestra toda la fuerza del gesto, del carácter y la sensualidad, en una
acuarela de gran contraste entre azules y grises y la sutil calidez de la piel.
Otras obras de pequeño
formato desarrollan su vertiente casi abstracta, donde fondos planos contienen
secuencias de pequeñas formas geométricas que despegan del plano por una
liviana sombra. La obra “Encajes” del 95’ tiene un encanto especial por lo
sugerente. Como su título lo indica reproduce la idea de una trama abierta que
permite ver en forma discontinua el fondo, trama provocada por yuxtaposición de
bandas verticales de un material traslúcido, apenas movido, trastocada así su
regularidad, de manera de permitir vislumbrar pequeñas formas de tonos apagados.
Instalaciones de gran
despliegue, como “Bocas”, potentes en la representación del volumen, fulgor del
colorado que contrasta con el blanco radiante. “Caras de Eva” continua la línea
antes descripta, alterna tres cuadros con tres siluetas ovaladas, donde Eva es
evocada casi como andrógina, apenas en volumen con muy poco contraste. Apenas
contrastada también, “Betty y Madame” contrapone uno de sus referentes
culturales más conocidos, Betty Boop, el personaje de historieta que canta y
baila desde hace 5 décadas, con una presencia sugestiva sin mirada, pero de
sonrisa cálida, donde los grises cromáticos se conforman en una trama muy
delicada y sugestiva.
Hay una fuerza
especial en algunos retratos, como “Arlette” donde la ausencia de color
refuerza el contraste entre ese personaje de mirada ferviente y apasionada y la
frialdad distante de una escultura clásica.
Pilar Altilio
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