lunes, 28 de noviembre de 2011

textos de Pablo Menicucci I


Pablo Menicucci
No pasó inadvertida para las personas circulantes por los espectáculos del Teatro Auditorium –un promedio de 1000 almas por día-, la muestra de Pablo Menicucci, que se impone desde una figuración clara, asociada a ídolos del cine, personajes glamorosos y sus referentes más famosos, los gatos.
Obras de reciente producción, como las acuarelas de pequeño formato, donde aparecen gatos en el primer plano, acompañados de figuras humanas, sobre fondos abstractos o geométricos –“Michifuz”, “Gaucho”,  “Desierto”-; se exponen junto a otras donde una figura o varias, de perfil o de frente, retratos de mujeres cargadas de una sensualidad distante, delicada, donde predominan las suaves líneas curvas y el contraste entre color cálido y frío. Destaca un retrato, “Tita y su perrito” de 1979, donde la Merello muestra toda la fuerza del gesto, del carácter y la sensualidad, en una acuarela de gran contraste entre azules y grises y la sutil calidez de la piel.
Otras obras de pequeño formato desarrollan su vertiente casi abstracta, donde fondos planos contienen secuencias de pequeñas formas geométricas que despegan del plano por una liviana sombra. La obra “Encajes” del 95’ tiene un encanto especial por lo sugerente. Como su título lo indica reproduce la idea de una trama abierta que permite ver en forma discontinua el fondo, trama provocada por yuxtaposición de bandas verticales de un material traslúcido, apenas movido, trastocada así su regularidad, de manera de permitir vislumbrar pequeñas formas de tonos apagados.
Instalaciones de gran despliegue, como “Bocas”, potentes en la representación del volumen, fulgor del colorado que contrasta con el blanco radiante. “Caras de Eva” continua la línea antes descripta, alterna tres cuadros con tres siluetas ovaladas, donde Eva es evocada casi como andrógina, apenas en volumen con muy poco contraste. Apenas contrastada también, “Betty y Madame” contrapone uno de sus referentes culturales más conocidos, Betty Boop, el personaje de historieta que canta y baila desde hace 5 décadas, con una presencia sugestiva sin mirada, pero de sonrisa cálida, donde los grises cromáticos se conforman en una trama muy delicada y sugestiva.
Hay una fuerza especial en algunos retratos, como “Arlette” donde la ausencia de color refuerza el contraste entre ese personaje de mirada ferviente y apasionada y la frialdad distante de una escultura clásica.
Pilar Altilio

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