jueves, 24 de noviembre de 2011

Vistas de Cuenca desde el Mirador




Una ciudad completamente ecuatoriana, con un centro histórico magnífico que alberga una bienal de arte que irrumpe con toda su fuerza paradojal en un espacio que parece detenido en el tiempo.
Hablar de globalización y arte en este contexto fue un desafío más que interesante. Se trataba de ver qué coincidencias y que desimetrías se producían con las prácticas contemporáneas que estaban ahí, listas para ser vistas y disfrutadas.
La memoria de la creadora de la Bienal, hace 23 años, estaba dirigida a la pintura, y en su discurso de aceptación de los honores con que la cubrieron las autoridades, deslizó que aquello de pintar había desaparecido de la bienal que ella creara. Es cierto, no hay lugar para la pintura, no sé porqué, lo cierto es que tampoco hay obra con tecnología interactiva, ni pantallas, ni uso del cuerpo como interface, que sería lo más "nuevo". Pero digamos algo muy en favor de esta iniciativa: está viva, cambia, se adapta, se pregunta, abre debates, se vuelve permeable a otros discursos, y se sigue organizando cada dos años. No es poca cosa. En todas mis cinco conferencias, hice hincapié en que tienen una bienal internacional y deben defenderla, acompañarla, nutrirla, debatirla, mostrarse al mismo tiempo que los que fuimos de afuera nos incorporamos. Si la ciudad se transforma en un faro, seamos todos iluminados con esa luz.


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