En breve, en virtud del fallecimiento de Pablo, voy a publicar una semblanza amplia y profusa sobre mi consideración como investigadora y amiga, acerca de lo que fue su aporte al arte argentino.
Al principio, esta situación de su ausencia, me produjo un impacto profundo en mi sensibilidad, pues era un amigo y no menor, alguien con quien deseé y forjé, una serie de proyectos que me hicieron mejor persona. Pero los valores que muchos otros le reconocen, la ubicación de mi persona como alguien capaz de hablar sobre su proyecto artístico y, escuchar de Graciela Taquini, quien en la inauguración me designó como su alteridad (Grata siempre es aguda y buena observadora), me hacen imprescindible conformar un dossier de su proyecto dentro de una ciudad en la que he trabajado y sufrido sus restricciones como Mar del Plata, un territorio que Pablo eligió toda su vida.
La ausencia me acecha en forma concreta o potencial de un modo especial en estos tiempos, es crucial vivenciar la vida para mí. Esto significa hacer vivir aquello que puede ser vivible aún en la ausencia de quien uno desea abrazar y besar con el mismo amor de siempre. Acordar que lo que amamos se fue es también un eje de aceptar la brecha de que hay algo que podemos hacer con la vida y en la vida.
Espero que puedan leerlo en breve.
martes, 24 de julio de 2012
lunes, 16 de julio de 2012
Menicucci: La Boca de Sophia en La Boca
Tristes por un lado, sin Pablo, pero felices de ver que está inscripto en su generación.
viernes, 13 de julio de 2012
entrá en facebook y mirá el album
Fabián Eloy Monteagudo publica en su muro la secuencia de imágenes que constituyen el video que grabamos en ocasión de la muestra en el FNA. Allí Pablo cuenta su vida artística y se repasa en fotos de su archivo y fotos de Adriana Sasali y Raúl La Cava, su itinerario hasta esa fecha.
Si bien el texto aludía al "pop glamoroso" proponiendo una categoría dentro de su producción, que integran aquellas obras donde la figura de la mujer o sus ojos y su boca eran determinantes de seducción, a veces distante; aparecían algunas fotos donde Pablo, como maestro de ceremonias de algún proyecto, se lanzaba a la escena. El teatro siempre le fascinó y sus verdaderas divas estaban cómodas en esa distancia del personaje. Y las escenas y los teatritos como los escaparates de sus obras son prueba de que nunca dejó de jugar. De hecho todas las personas que miraban su obra sin conocerlo pensaban que estaban delante de un joven. Ël se vestía pop: con sus anteojos de marco celeste, sus gorritos y su bandolera cruzada. Gran observador de la gente, se fascinaba en el anonimato de la mirada sentado en los bancos de la Peatonal de Mar del Plata. Escuchar, mirar la belleza o describir lo que él veía en esa muchedumbre incesante, era un capítulo fascinante, del mismo modo que escuchar sus relatos sobre cine argentino.
a Pablo Menicucci
Nadie olvida a quien
recuerda.
Pablo Menicucci expresó el espíritu del pop en su ciudad en
una sintonía perfecta con lo que estaba pasando en el mundo, vio a esa ciudad
bajo el mismo halo de contemporaneidad que había percibido afuera y se lanzó a mostrarlo
como un gran maestro de ceremonias.
Había comenzado temprano, en una nota de
1977 acota esos orígenes:
“Parece que fui bastante precoz, en eso “del dibujo” de
chiquito; me sentaban a una mesa, me ponían delante de un enorme papel de
panadería (en ese entonces tenía mejor calidad que hoy un Strathmore) y con un
lapicito me eternizaba dibujando.
En esa época empezaron mis obsesiones por las cajitas y
cuadraditos, éstos se apilaban en una suerte de enorme construcción, como una
casa de departamentos, y en esas piecitas abiertas incorporaba todo un “Menaje”
hogareño, Mamás, Papás, animalitos, muebles, etcétera.”
Amaba la sencillez del trazo y encontrar la alegría tanto en
el color como en la elección de los temas. El amor, la amistad, la familia o la
pareja aparecían en recurrencia. Y exploró esas posibilidades de la misma
manera que amó el pop y a sus amigos. Pasear por todo lo publicado acerca de su
obra, fundamentalmente en medios gráficos, es repasar la historia de un hombre
de vanguardia viviendo y volviendo siempre a su ciudad donde estaban sus
vínculos primarios.
Tenía unas manos jóvenes que siempre me llamaron la
atención. “Tenés manos de treintañero”, le decía riendo y él me devolvía parte
de esa sonrisa que supo tener tantos matices a lo largo de los años. Tenerlo
cerca, hablar de arte, ver cómo su genio lo volcaba a revisar aquello que le
producía interés, era un nexo que siempre actualizaba con los que él elegía. La
moda, las divas y el mundo del cine y el teatro, la publicidad y un marcado sentido
de captación de los aires de su tiempo, fueron una marca personal tanto en las
primeras obras como después en los ochenta, cuando ese mundo lleno de glamour se
mostró más abierto, en lo que seguramente era, su juego de seducción más
atrapante con la vida y el medio artístico.
Su realización como artista llegó plenamente luego de
conseguir su título de maestro de arte en la Escuela Martín Malharro, tanto que
la escuela siempre fue un dato muy sentido en su vida:
“A los catorce años, vi por primera vez pintar a una
persona, fue en el campo donde pasamos el verano, y ese señor era ( Juan
Carlos) Castagnino: era una tromba frente a la tela o la hoja de papel. Verlo
trabajar me producía una enorme excitación a la par que pánico, imposible
alcanzar ese vértigo, algunas enseñanzas recogí, de tanto mirar y escuchar sus
consejos… pero eso no tuvo continuidad, seguí solo por un tiempo más. La
Providencia se acordó de Mar del Plata en 1960; un grupo de profesores de la
capital y de La Plata creó en mi ciudad la Escuela de Artes Visuales “Martín
Malharro”. Desde entonces, esa fue mi verdadera casa, recuerdo con especial
ternura y entusiasmo los siete años pasados en la Escuela. “
Ese trayecto estuvo muy bien acompañado por otra artista
egresada de la misma escuela, Mercedes Esteves, que acometió con el propio
Pablo las acciones más osadas como en 1967 el happening en la Galería del Mar.
Hizo cine y proyectos multimedia muy experimentales, pero nunca abandonó la
pintura ni la acuarela. En ese mismo reportaje que venimos citando sostenía su
posición frente al medio pictórico:
“Yo me he propuesto seriamente este camino, me gusta
codificar la imagen de esta manera, un contexto de orden, de rasgos
geométricos, que permite expresar serenidad, silencio y un destello de vida en
un rostro, un animalito o una planta.
Me siento cómodo en esta dirección, trabajo lentamente, la
lucha de pintar consiste, creo, en lograr que ese bastidor de tela, o ese
cartón duro se conviertan en algo ilimitado, profundo y humano.”
Pilar Altilio
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