viernes, 13 de julio de 2012

a Pablo Menicucci


Nadie olvida a quien recuerda.

Pablo Menicucci expresó el espíritu del pop en su ciudad en una sintonía perfecta con lo que estaba pasando en el mundo, vio a esa ciudad bajo el mismo halo de contemporaneidad que había percibido afuera y se lanzó a mostrarlo como un gran maestro de ceremonias. 

Había comenzado temprano, en una nota de 1977 acota esos orígenes:
“Parece que fui bastante precoz, en eso “del dibujo” de chiquito; me sentaban a una mesa, me ponían delante de un enorme papel de panadería (en ese entonces tenía mejor calidad que hoy un Strathmore) y con un lapicito me eternizaba dibujando.
En esa época empezaron mis obsesiones por las cajitas y cuadraditos, éstos se apilaban en una suerte de enorme construcción, como una casa de departamentos, y en esas piecitas abiertas incorporaba todo un “Menaje” hogareño, Mamás, Papás, animalitos, muebles, etcétera.”

Amaba la sencillez del trazo y encontrar la alegría tanto en el color como en la elección de los temas. El amor, la amistad, la familia o la pareja aparecían en recurrencia. Y exploró esas posibilidades de la misma manera que amó el pop y a sus amigos. Pasear por todo lo publicado acerca de su obra, fundamentalmente en medios gráficos, es repasar la historia de un hombre de vanguardia viviendo y volviendo siempre a su ciudad donde estaban sus vínculos primarios.

Tenía unas manos jóvenes que siempre me llamaron la atención. “Tenés manos de treintañero”, le decía riendo y él me devolvía parte de esa sonrisa que supo tener tantos matices a lo largo de los años. Tenerlo cerca, hablar de arte, ver cómo su genio lo volcaba a revisar aquello que le producía interés, era un nexo que siempre actualizaba con los que él elegía. La moda, las divas y el mundo del cine y el teatro, la publicidad y un marcado sentido de captación de los aires de su tiempo, fueron una marca personal tanto en las primeras obras como después en los ochenta, cuando ese mundo lleno de glamour se mostró más abierto, en lo que seguramente era, su juego de seducción más atrapante con la vida y el medio artístico.

Su realización como artista llegó plenamente luego de conseguir su título de maestro de arte en la Escuela Martín Malharro, tanto que la escuela siempre fue un dato muy sentido en su vida:
“A los catorce años, vi por primera vez pintar a una persona, fue en el campo donde pasamos el verano, y ese señor era ( Juan Carlos) Castagnino: era una tromba frente a la tela o la hoja de papel. Verlo trabajar me producía una enorme excitación a la par que pánico, imposible alcanzar ese vértigo, algunas enseñanzas recogí, de tanto mirar y escuchar sus consejos… pero eso no tuvo continuidad, seguí solo por un tiempo más. La Providencia se acordó de Mar del Plata en 1960; un grupo de profesores de la capital y de La Plata creó en mi ciudad la Escuela de Artes Visuales “Martín Malharro”. Desde entonces, esa fue mi verdadera casa, recuerdo con especial ternura y entusiasmo los siete años pasados en la Escuela. “

Ese trayecto estuvo muy bien acompañado por otra artista egresada de la misma escuela, Mercedes Esteves, que acometió con el propio Pablo las acciones más osadas como en 1967 el happening en la Galería del Mar. Hizo cine y proyectos multimedia muy experimentales, pero nunca abandonó la pintura ni la acuarela. En ese mismo reportaje que venimos citando sostenía su posición frente al medio pictórico:
“Yo me he propuesto seriamente este camino, me gusta codificar la imagen de esta manera, un contexto de orden, de rasgos geométricos, que permite expresar serenidad, silencio y un destello de vida en un rostro, un animalito o una planta.
Me siento cómodo en esta dirección, trabajo lentamente, la lucha de pintar consiste, creo, en lograr que ese bastidor de tela, o ese cartón duro se conviertan en algo ilimitado, profundo y humano.”

Pablo: no creo que nadie olvidará los rojos de tus bocas de sonrisa franca o cínica, una vez vistos. Esa luz, tu luz, estará siempre dispuesta para captarnos a muchos de nosotros. A partir del próximo sábado 14 de julio, comenzará a iluminar también dentro de la gran muestra de Fundación Proa en el Barrio de La Boca, junto con todos los que en tu generación hicieron historia. Ese es el mejor homenaje a tu enorme estatura de artista.

Pilar Altilio







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